| Como narran Felix Talego y Juan Diego Pérez Cebada, el 4 de febrero de 1888 una manifestación pacífica de doce mil personas que, al grito de “Abajo los humos”, se había concentrado en la plaza del ayuntamiento de Rio Tinto convocada por la Liga Contra las Calcinaciones, terminó en tragedia. Una descarga de fusilería del ejército causó la muerte a unas doscientas personas. Eran mujeres, hombres, niños, ancianos, campesinos, mineros, vecinos, acompañados por una banda de música. Procedían de todos los rincones de la cuenca minera onubense, “el país de los Humos”. Estaban unidos en la Liga contra las Calcinaciones y en las incipientes organizaciones sindicales. Exigían mejoras en el trabajo y, simultáneamente, el fin de la lluvia ácida (anhídrido sulfúrico), provocada por la calcinación al aire libre de piritas a una escala sin precedentes, en las llmadas "teleras". El cobre así obtenido nutría la demanda mundial de la industria en expansión. See moreFue el episodio clave de un proceso que había venido fraguándose desde varios años antes, con el paulatino surgimiento de organizaciones "antihumistas" en toda la cuenca minera, paralelo a la maduración de las organizaciones obreras, mayormente anarquistas. El potencial impugnador de las protestas contra los humos y contra las durísimas condiciones de trabajo en las minas de la Rio Tinto Company se había multiplicado en los meses previos, debido a la alianza de sectores sindicales y de la Liga antihumista liderada por propiuetarios locales de Zalamea la Real. Gracias a la labor de investigadores como Juan Diego Pérez, Dolores Ferrero, Gerard Chastagnaret y a la historia de la compañía de Avery, sabemos que en esta alianza de obreros, campesinos, ganaderos, algunos grandes propietarios y vecinos, desempeñó un papel importante Maximiliano Torner, un represaliado cubano de tendencia anarco-sindicalista que había llegado a Rio Tinto años antes. La gravedad de los hechos provocó un intenso debate en el Parlamento español, y gran eco mediático en la prensa nacional e internacional. Fue la primera campaña mediática sobre contaminación en España, y una de las primeras del mundo. Y sin embargo, no se derivaron responsabilidades judiciales ni políticas. Los crímenes quedaron impunes. Lo que llama la atención de los investigadores es su actualidad (como el paralelo caso de Ashio en Japón). La actualidad de un hecho del pasado se determina porque sus contenidos, sus anhelos, sus formas, tengan vigencia hoy. Y esto es lo que ocurre con el "Año de los Tiros". La protesta fue resultado de la alianza de distintos sectores socioeconómicos y de vecinas y vecinos alarmados por el deterioro de su salud, de sus huertos, de sus animales. Es esta condición de base social amplia, anchamente popular e incluso interclasista la que explica que las peticiones de las doce mil personas que llegaron a concentrarse en Rio Tinto aunaran lo que hoy llamamos justicia ambiental y de justicia social en un "ecologismo popular". Pero está en cuestión todavía el papel de terratenientes locales ("antihumistas") y de facciones políticas a nivel español. La supeditación del Andévalo y la ciudad de Huelva a las exigencias de la megaminería y la megaindustria del azufre y el cobre, continúa. Pero (señalan Pérez Cebada y Talego) las organizaciones agrarias no han vuelto a cuestionar el dominio aplastante de la minería, ni las de los pescadores, ni las de diverso color ciudadano, o solo esporádica y minoritariamente. ¿Y qué decir de las potentes organizaciones sindicales mineras anteriores a la dictadura franquista, capaces de sostener algunas de las más importantes huelgas de la lucha obrera en España en 1913m enb 1920: también dieron la espalda al Año de los Tiros. La negación de las razones de los antihumistas de 1888 lograda con la sangre de mineros, campesinos y vecinos, es un hecho histórico decisivo pues dio vía libre al dominio casi incontestado de las multinacionales mineras en la cuenca, y de la gran industria que ha venido llegando después al enclave industrial onubense: fundición de cobre, fertilizantes, detergentes, tintes, titanio. Y por si este desmesurado paisaje minero fuera poco, como penúltimo capítulo industrioso, refinerías de petróleo, gas, etc, etc. (See less) |